La muerte no es injusta. Simplemente hace su trabajo. Lo injusto es que después de la muerte todo siga igual: que no se alteren las rutinas, que no haya signos en el cielo, que el aire no se enrarezca hasta que cueste respirar. Porque si así fuera la gente se pararía en la calle y preguntaría qué ocurre y tú podrías contarles que se ha ido un buen tipo, una persona irrepetible y lo injusta que es la muerte. Les dirías que Adol, o Ripley, como se hacía llamar en el mundo de los blogs, era un caballero venido de otro siglo, tan cortés y valiente como don Quijote y también tan políticamente incorrecto como él. Les dirías que solo su sentido común era equiparable a su sentido del humor y que cuando ambos sentidos confluían en cualquiera de sus inolvidables historias el resultado era una mezcla explosiva y feliz. Les dirías que Adol tenía antepasados ilustres de los que no había heredado la nobleza de los títulos pero sí la del corazón.
Mi blog y el suyo empezaron casi de la mano pero a él enseguida empezó a ramificársele como un árbol en busca de luz y le brotaban blogs de fotografía, de música, de literatura, de aquello y de lo otro, y más cuando apareció la enfermedad: su energía necesitaba cauces por los que desbordar y casi todos pasaban de un modo u otro por su querida ciudad. No sé si Ripley fue un héroe (no creo que a él le gustara este calificativo) pero con él aprendimos a conocer el sentido heroico de una ciudad tan poco heroica como Madrid. Igual que hay un Madrid de Galdós, hay, siempre habrá, un Madrid de Ripley: será para nosotros esa ciudad de pasos de cebra y de gente que espera en los semáforos, gente que se pierde y se ama en El Retiro, gente que alarga los cafés en las terrazas, gente que con la belleza de un gesto insospechado nos redime.
Ya digo que Adol era un caballero de otro siglo, seguramente del Siglo de Oro. Y como buen caballero acabó encontrando un enemigo a la altura de su espíritu: una enfermedad tan rara como devastadora, de la que se conoce todo sobre sus efectos y nada sobre sus causas ni remedios. Mal que bien Ripley fue encajando sus estocadas y logró hacer de su enfermedad, de su muerte anunciada, un motivo más para la vida, un camino para explorar las propias fuerzas, un juego en el que otro ponía las reglas pero él inventaba la manera de jugarlo. Y la manera de vencer: fue el día que decidió que la enfermedad no podía ser el centro de su vida y frente a la ruina empezó a reconstruirse a sí mismo, a recolocar las pocas piezas que le iban quedando en un equilibrio cada vez más imposible pero también más hermoso.
Ripley lo contaba sin lamentos innecesarios, sin buscar compasiones fáciles pero agradeciendo las palabras, tan pobres, que le hacíamos llegar. Finalmente Adol decidió dónde estaba el límite del deterioro que estaba dispuesto a admitir. La carrera estaba perdida pero él marcaría la línea de meta: cuando empezara a apagarse la luz en sus ojos, cerraría la última puerta. Así era Adol, así era Ripley, al menos una parte de él, el que yo conocí durante estos ocho años: un caballero que luchó y cayó con honor en una época en la que el honor ya no se lleva.
Ahora descansa, buen amigo. Y ojalá algo de ti sobreviva en nosotros.
Mi blog y el suyo empezaron casi de la mano pero a él enseguida empezó a ramificársele como un árbol en busca de luz y le brotaban blogs de fotografía, de música, de literatura, de aquello y de lo otro, y más cuando apareció la enfermedad: su energía necesitaba cauces por los que desbordar y casi todos pasaban de un modo u otro por su querida ciudad. No sé si Ripley fue un héroe (no creo que a él le gustara este calificativo) pero con él aprendimos a conocer el sentido heroico de una ciudad tan poco heroica como Madrid. Igual que hay un Madrid de Galdós, hay, siempre habrá, un Madrid de Ripley: será para nosotros esa ciudad de pasos de cebra y de gente que espera en los semáforos, gente que se pierde y se ama en El Retiro, gente que alarga los cafés en las terrazas, gente que con la belleza de un gesto insospechado nos redime.
Ya digo que Adol era un caballero de otro siglo, seguramente del Siglo de Oro. Y como buen caballero acabó encontrando un enemigo a la altura de su espíritu: una enfermedad tan rara como devastadora, de la que se conoce todo sobre sus efectos y nada sobre sus causas ni remedios. Mal que bien Ripley fue encajando sus estocadas y logró hacer de su enfermedad, de su muerte anunciada, un motivo más para la vida, un camino para explorar las propias fuerzas, un juego en el que otro ponía las reglas pero él inventaba la manera de jugarlo. Y la manera de vencer: fue el día que decidió que la enfermedad no podía ser el centro de su vida y frente a la ruina empezó a reconstruirse a sí mismo, a recolocar las pocas piezas que le iban quedando en un equilibrio cada vez más imposible pero también más hermoso.
Ripley lo contaba sin lamentos innecesarios, sin buscar compasiones fáciles pero agradeciendo las palabras, tan pobres, que le hacíamos llegar. Finalmente Adol decidió dónde estaba el límite del deterioro que estaba dispuesto a admitir. La carrera estaba perdida pero él marcaría la línea de meta: cuando empezara a apagarse la luz en sus ojos, cerraría la última puerta. Así era Adol, así era Ripley, al menos una parte de él, el que yo conocí durante estos ocho años: un caballero que luchó y cayó con honor en una época en la que el honor ya no se lleva.
Ahora descansa, buen amigo. Y ojalá algo de ti sobreviva en nosotros.
Creo que, hasta ahora, de todas las entradas-homenaje que van surgiendo, incluida la mía, esta tuya es el que mejor refleja como era Adol. Lo del "Madrid de Ripley" creo que habría que registrarlo, nos dio una forma de ver es ciudad de forma única.
ResponderEliminarSaludos Xuan.
Muy emotivo, Xuan. Ojalá que desde donde esté reciba estas muestras de cariño y respeto . Hasta siempre Ripley.
ResponderEliminarMaravilloso, nadie podría expresarlo mejor que tú. El homenaje más bonito que he visto estos días y eso que todos lo son. Ripley vivirá para siempre en nuestros recuerdos. Ojalá haya encontrado el descanso tan merecido allá donde esté...
ResponderEliminarBesos.
Xuan, ¡qué delicia leerte! ¡Cómo le gustaría a nuestro querido Ripley haber conocido estas palabras, tan acertadas como hermosas! Un caballero de otro siglo que cuidaba lo que ya no está de moda cuidar. Un hombre con una sensibilidad especial, con una mirada especial. Ha hecho él solito otro Madrid. El Madrid de Ripley. El Madrid que he podido disfrutar yo a partir de conocerlo. "Momentos Ripley" hay muchos por la capital. Sólo hace falta abrir los ojos y el corazón.
ResponderEliminarGracias, Xuan. Me ha encantado leerte.
Menuda historia la de Ripley, la conocí hace un par de días ante las primeras reacciones de vosotros sus amigos y la verdad es que casi prefiero no indagar demasiado en el mundo de Ripley porque las historias como la suyas me hacen creer muy poco en la justicia de está vida. Un abrazo muy grande para los que habéis sentido de cerca su desaparición. Muy bonito el homenaje que le has dedicado.
ResponderEliminarMe sumo a tus palabras; yo no sé expresarlo tan bien.
ResponderEliminarMe parece un homenaje muy digno, además lleno de orgullo y respeto, como tiene que ser. Adolfo era único, pero además tenia honor, seguro que hay muchos que ni conocen esa palabra y de eso él iba sobrado, todo un caballero y una persona con un claro ejemplo a seguir... Un tío valiente y luchador. Ojala allá por donde esté pueda encontrar la felicidad que en está vida le fue negada. Era buena persona, auténtico.
ResponderEliminarUn abrazo y ánimos, es una entrada maravillosa y cargada de sentimientos muy bonitos.
Un precioso homenaje a nuestro amigo que se nos ha ido de forma inesperada.
ResponderEliminarDesde aquí un fuerte abrazo a sus familiares y amigos más cercanos.
Grandioso homenaje, Xuan.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Que la tierra le sea leve.
ResponderEliminarMe parece un homenaje excelso y, por lo que conozco de Ripley, muy ajustado a la realidad. La foto, muy emblemática de su querido Madrid, creo que le habría gustado.
ResponderEliminarAbrazo.
No conocí a Ripley pero lo estoy haciendo estos días a través de sus amigos... por lo que creo que sí, que mucho de él sobrevive en ustedes.
ResponderEliminarabrazo!
Conmovedor homenaje, Xuan, mi pésame para todos sus amigos.
ResponderEliminarQué magnifica despedida, seguro que él habría estado de acuerdo....o tendría algo que añadir? Buen viaje allá donde vaya.
ResponderEliminarUn gran homenaje a una persona a la que, sin conocerla, siempre intuí así, como un caballero fuera de su tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo,
Pasaba por ahí, una vez y otra más, observaba y documentaba con su mirada, con la suya tan particular para mostrarlo en su blog, a nosotros,a sus enlaces o el que simplemente pasase por ahí, por su galería de imágenes de Madrid, pues él sabía muy bien que el ciclo creativo se cierra con el espectador y por eso lo compartía.
ResponderEliminarExcelentes palabras las tuyas Xuan...
Mañana tengo previsto estar por Madrid y me comprometo a pensar en Adol y sobre todo en observar esos momentos, detalles, lugares y rincones que tanto le gustaba fotografiar.
Mi más sincero adiós Adol.
Miguel.
Hermoso tu texto, Xuan, bellísimo.
ResponderEliminarHe ido a su blog, pues recuerdo verlo en alguno de tus comentarios (ya que me llamaba la atención por el personaje de Highsmith) y se me han erizado los pelos leyendo el último post. Una persona especial tenía que ser, lúcido y sensible, también generoso.
Lo siento mucho, Xuan, un abrazo enorme.
Muchas gracias a todos por vuestras palabras.
ResponderEliminarHa sido una triste noticia, Xunta, creo que le gustaría mucho esa foto, el era un enamorado de Madrid.
ResponderEliminarAcabo de ver su blog...jolin...desde luego una pasada...un abrazo muy fuerte desde Murcia......
ResponderEliminarHe regresado Xuan. Se me ponen los pelos de punta al leerte de nuevo. Sigo pensándolo y mucho. Nunca creí que me afectase TANTO una relación "virtual". Pero es que, por ser virtuales, no dejan de ser REALES.
ResponderEliminarA veces más reales que las reales, más profundas, más verdaderas.
EliminarEs cierto. Se comparten los interiores y, ya lo sabemos, los exteriores a veces son sólo una mera distracción...
EliminarComo buen conocedor de Adolfo has hecho una perfecta descripción de su persona....ahora desde donde esté se sentirá complacido de la cantidad de personas que han querido dejar un comentario en su blog y el enorme cariño que ha despertado entre todos los que asiduamente visitamos su blogs.
ResponderEliminarNo puedo creerlo Hace algunos dias me escribio un texto a mi email relacionado con la bicicleta que queria- No puedo creerlo- que pasó????
ResponderEliminarAcabo de enterarme de todo esto. Acabo de visitar la página de Ripley, de Adolfo...nunca hubiera imaginado sentirme así por alguien a quien no vi en persona. Me quedan pendientes la visita a Madrí y un buen paseo por Santa María del Mar, aqui en Asturias, cuna de sus antecesores, de la que hemos hablado mucho.
ResponderEliminarNo puedo detener las lágrimas, ni la sensación de haber perdido un viejo amigo, lejano, al que nunca pude dar un abrazo. Verme nombrado en su última entrada me deja completamene desolado. me pone los pelos de punta, Ripley, amigo........
Tus palabras, Xuan, son un exelente reflejo de lo que yo conocía de él. Sólo decir, a mi modo, que Adolfo era un Quevedo con la fuerza y el espíritu de un madrileño de los del 2 de Mayo, dispuesto a matar fraceses a mordiscos para defender su Madrí y su honor. Ese Madrid que hacía tiempo deseaba me enseñara él, sabiendo que lo haría con la tranquila pasión de un irremediable enamorado de su ciudad.
Un buen saco de abrazos para tí, Adolfo, Ripey, amigo......
Josh, bonitas palabras que reflejan sentimientos de verdad. Te quería. Ripley te quería mucho también. Yo sigo regresando a todos estos homenajes. Ha dejado una huella profunda en el mundo de los blogs y en muchos corazones de blogueros. Ha sabido acercarse a nosotros. Ha logrado que le queramos a pesar de sus cabreos, de sus reproches que al segundo se convertían en caricias.
EliminarMadrid pierde a un amante especial. Supo quererla como se quiere a la novia perfecta.
Ojalá pueda vernos desde algún rinconcito de ese cielo que tanto merecía.
só vi agora. não sabia. porra. foi dos meus primeiros seguidores quando me iniciei neste mundo virtual, sempre cortês e amável e...
ResponderEliminarfalava da doença dele com um desprendimento e um humor desconcertantes, como se falasse de outra pessoa, de um Ripley personagem... não sei que dizer, nunca conheci o Adol pessoalmente, mas as algumas das pessoas que tenho encontrado por aqui ganharam um peso, material, de carne, que ultrapassa em muito esta existência digital...
descansa em paz Ripley
un grande abrazo Xuan
Intercambiamos algunos comentarios y de vez en cuando me pasaba por su blog... guardo un buen recuerdo...
ResponderEliminarVida con sus mejores prendas. Un "si" enorme ante cualquier cansancio, ante cualquier derrota. No conocí personalmente a Ripley, y ha sido gracias a ti, Xuan, que he podido acercarme a una persona cuya forma de entender la vida, de acariciar la luz y las palabras, me parece admirable.
ResponderEliminarGracias y un abrazo, Xuan.