Playa de Dona Ana, Lagos - Portugal
Yo no sé en qué momento la mañana se transformó en proceso químico, pero el caso es que el aire se fue estratificando y antes de cerrar la sombrilla ya se habían depositado sobre el horizonte varias soluciones impermeables entre sí. Una vez que estas capas lograron asentarse ocupando todos los vacíos, el proceso se estabilizó. Decir que entonces el tiempo se detuvo sería descriptivo pero inexacto. Más bien se produjo un corte y en el filo de ese corte estaban el día y la sombrilla plegada, estaban nuestros rostros y la lluvia fina, la orilla silenciosa, y estaba también el pequeño islote frente a la playa que contenía a su vez otro corte donde persistía, y supongo que aún persiste, el vestigio empeñado de las eras. La inmensidad temporal que la roca contiene, incrustada como un fragmento más en el interior de la instantánea duración de la escena, era una especie de confirmación material de esa hipótesis según la cual un segundo, cualquier segundo, es el resumen completo del pasado. Y quién sabe si también la cifra del porvenir, aunque necesitemos el porvenir entero para desentrañarla.
Pero además de lo que la roca contiene y retiene la mañana, está lo que le falta, que es precisamente aquello que la anima: sobre la mole de la piedra aparece tallada la forma misma del viento que es la vela, recogiendo empuje, aligerándose de forma imperceptible, separando el espacio donde otra vela más lejana sirve de vehículo y refugio a la pupila de un niño que desde lo alto mira y sueña una plenitud más larga que la aplazada plenitud de la piscina.
Que maravilla de fotos.
ResponderEliminarDos tiempos y un único universo...
ResponderEliminarPerfección al límite!
Excelente!
Un placer para la mirada y el alma.
Un abrazo.
La orilla silenciosa era testigo...
ResponderEliminarLa señora dice: ¿Y dónde la roca? Si estaba aquí ahora mismito.
ResponderEliminarAsí tú, nos traes y nos llevas por la magia de la mirada y la palabra.
Besos, Xuan
Me encantan, las dos.
ResponderEliminarSemeja una isla soñada o tal vez en permanente viaje...
ResponderEliminarUn abrazo, Eduardo
Sin desmerecer la primera, la segunda es genial, por tonos, composición.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Saludos.
Vaya peñasco, muy buen horizonte
ResponderEliminarA mí la roca me parece que navega mejor que el velero.
ResponderEliminarEl tiempo cambia, en efecto.
Ante la mirada sin límite todo ocupa su exacto lugar y cumple su exacta función.
ResponderEliminarQue bueno que regresaras!!
ResponderEliminarde verdad!
se extrañaba ya esa inspiradora manera de fotografiar para contarlo.-
Si tenemos en cuenta el tiempo que lleva la roca ahí sufriendo los embates del mar y el viento hasta moldearla de esa forma la perspectiva de la piscina parece más efímera.¿Quizás como las vacaciones?
ResponderEliminargenial poste compañero, lo que cada vez menos es surpresa
ResponderEliminarabrazo
es la fuerza de los elementos...
ResponderEliminarSon tan semejantes roca y velero que me cuesta distinguir cuál se mueve
ResponderEliminarEl niño comprendió el sentido profundo del grito "¡Tierra a la vista!" ante el asombro del descubrimiento.
ResponderEliminarla vela de piedra,
ResponderEliminarqué buen título para una novela
saludos!
RAUL
Lindas fotos buen colorido, contrastes y los escritos para cada una muy inspiradores. Saludos
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