Heladas débiles, cielos despejados. La nieve bajo las botas es una espuma crujiente, tan débil que ni siquiera al pisar sobre otras huellas se encuentra alguna resistencia. Sin embargo, todo el grupo sigue el rastro reciente de un desconocido, como si hubiera un escrúpulo, una piedad, una pereza o una cobardía que impidiera hollar la nieve intacta, abrir caminos nuevos.
El que va delante se detiene y los demás lo agradecen en secreto. Con la boca entreabierta recuperan poco a poco las pulsaciones. Uno de ellos dice: curioso cómo la nieve invita al silencio. Todos levantan entonces la vista y contemplan, buscando una confirmación o un desmentido. Pero la página está en blanco. Los pensamientos resbalan en un mundo sin aristas. Y no hay modo de saber si la nieve los ha vuelto más sabios o los ha devuelto a un estado anterior a la experiencia.
Se ponen en marcha de nuevo. No es una decisión que alguien tome, como tampoco lo fue la de pararse. Vuelven a introducirse en la mecánica del paso, en la consciencia del músculo y la articulación, en la inercia tenaz del avance. Al cruzar un soto, las sombras azules de los árboles atraviesan la senda con una percusión muda. Cuando llegan a la braña, la pendiente construye blandos escalones. Y cuanto más suben, más se hunden.
Así llega un momento en que la nieve lo cubre todo, también los paisajes interiores. Y su belleza inexplicable ya no deja siquiera espacio a las fotografías.
El que va delante se detiene y los demás lo agradecen en secreto. Con la boca entreabierta recuperan poco a poco las pulsaciones. Uno de ellos dice: curioso cómo la nieve invita al silencio. Todos levantan entonces la vista y contemplan, buscando una confirmación o un desmentido. Pero la página está en blanco. Los pensamientos resbalan en un mundo sin aristas. Y no hay modo de saber si la nieve los ha vuelto más sabios o los ha devuelto a un estado anterior a la experiencia.
Se ponen en marcha de nuevo. No es una decisión que alguien tome, como tampoco lo fue la de pararse. Vuelven a introducirse en la mecánica del paso, en la consciencia del músculo y la articulación, en la inercia tenaz del avance. Al cruzar un soto, las sombras azules de los árboles atraviesan la senda con una percusión muda. Cuando llegan a la braña, la pendiente construye blandos escalones. Y cuanto más suben, más se hunden.
Así llega un momento en que la nieve lo cubre todo, también los paisajes interiores. Y su belleza inexplicable ya no deja siquiera espacio a las fotografías.
Beautiful moguls.
ResponderEliminarMagnífica, menuda texturas y formas!!!. Hace años hacía mucha montaña y tuve muchas experiencias como las que nos cuentas caminando en grupo. No se si será pura literatura o estará basada en alguna experiencia propia. Recuerdo especialmente un fenómeno que nos paso una vez en una montaña que se llama el Besiberri un día con mucha nieve y niebla. Todo era blanco, el suelo, el cielo, el ambiente, subías en blanco, y se produce un fenómeno que creo que se llama o llamemos las borrachera de la nieve. Nosotros creíamos subir con una traza limpia y recta, pero luego de bajada, un poco más despejado, vimos que habíamos subido realizando unas eses brutales. Un abrazo.
ResponderEliminarTal vez lo que os ocurrió fue que al perder toda referencia visual os guió el instinto y el instinto busca el camino más favorable y el zigzag la manera más hábil de negociar una pendiente. A mi la nieve me atrae y me sobrecoge a partes iguales. Aparte del reto que supone siempre fotografiarla.
EliminarPero la foto sigue siendo hermosa e invita a la reflexión y al ensimismamiento.
ResponderEliminarLlevas razón, Xuan: Cuanto silencio.
Tanto que hasta se puede cortar.
Curvas perfectas, algunas, apenas insinuantes de una distancia que se diluye en la cercanía de la siguiente. Un paisaje para permaneces quieto, parado, tan solo con los ojos y el sentido de la amplitud bien despiertos para apreciar lo que no se ve.
ResponderEliminarUn abrazo Xuan
Un detalle precioso lleno de formas y que recuerdan a esas olas de espuma que se ven en el mar. Caminar en silencio entre estos paisajes es lo mejor, cada uno interioriza la excursión sin ser molestado, salvo por los ruidos que pueda producir la naturaleza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Beautiful !!
ResponderEliminarcasi no conozco la nieve, por buenos aires no nieva jamás (miento... hace unos años nevó por primera vez en 100 años y todos festejamos como chicos. una nieve chiquita, los que la conocen mejor la llamarían nevisca pero para los porteños fue "la vez que nevó en buenos aires). me conformo con leer libros suecos en los que la nieve y el frio lo abarcan todo. esta nieve blanda y suave me invita a su silencio de helado de limón.
ResponderEliminarUn paisaje nevado tiene esa cualidad de quietud y de silencio que invita a disfrutarlo sin romperlo. He disfrutado de estas cualidades tanto andando como esquiando y siempre queda el almario muy satisfecho.
ResponderEliminarPor cierto, qué bien captaste la luz sobre la nieve, mira que es difícil.
Salu2
Tus palabras son hermosas y profundas, siento la nieve acompañada por ellas.
ResponderEliminarEres un crack de los grandes, mi niño.
Hay qué ver qué certero ojo y buen hacer tienes al regalarnos esta bella imagen plena de sensaciones :)))
ResponderEliminarPara perderse en ella, enhorabuena Xuan.
Un abrazo.
y, sobre todo, el silencio. La nieve no es frío ni blancura. Es silencio.
ResponderEliminarEste blog tiene muchas virtudes, una de ellas llevo persiguiéndola hace casi ocho años, se trata de encontrar la coherencia y te lo explico mejor; me gusta que el blog se pueda ver sin sobresaltos como una suerte de las viejas cintas de música donde toda la información se guardaba de manera secuencial y procuro en la medida de lo posible no dar largas cambiadas que es justo lo que haces tú y sin embargo en cada nueva entrada es como si lanzaras un anzuelo a todos los que nos tienes enganchados y si bien las fotos o la forma en que las publicas no tengan ninguna relación, -yo por ejemplo hasta en el diseño soy puntilloso pues no saco mas de dos fotos seguidas bien en formato vertical u horizontal porque ya pienso que se me descuadra el invento y de alguna manera la tan ansiada coherencia debe ser patente en mi opinión tanto en contenidos como en el continente pero yo es que soy ya sabes...-, en tu caso son las palabras que a mí me tienen hipnotizado desde el primer día que caí por aquí y aún sigo haciendome la misma pregunta ¿recuerdas?. No se si me he perdido o tiene sentido lo que digo, anoche no me acosté y estoy sin dormir pero sé lo que quiero decir; este es uno de mis blogs de cabecera y alguna poderosa razón debe haber para que así sea.
ResponderEliminarYo sí suelo o mejor dicho solía dar el primer paso...o por ser mas preciso, detrás de Lucas aunque sus huellas y las mías no encajen.
un abrazo
Para que alguien se atreva a decir que el blanco no tiene matices.
ResponderEliminar¡o blanco o negro! gritan los necios.
Me encanta
ResponderEliminarTonalidades absolutamente frías en tu foto, contrastadas por el calor que desprenden esas eróticas formas de la nevada...siempre la mirada afilada, siempre el sentimiento y la sensibilidad a flor de piel...así eres tú, amigo Xuan, gracias por este inmenso regalo.
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