Sobre el hombro izquierdo llevo hacha y azadón. En la otra mano la hoz y unas tijeras. Como cada mañana me dispongo a destruir el trabajo de la noche. Escalón tras escalón corto ramas, brotes, raíces, extirpo sin piedad todo rastro de vida para defender la mía. Esta tarea me ocupa toda la jornada. No imagináis la energía de estos bosques. Apenas tengo tiempo para otra cosa y en ocasiones, exhausto, he de abandonar la poda antes de alcanzar los últimos peldaños, que van quedando ocultos entre la maleza. Poco a poco se va reduciendo así la longitud de la escalera pero también, debilitado como estoy, mi capacidad para llegar a su final, de modo que nunca termino mi labor y nunca tengo un momento de descanso.
Últimamente observo que los días son más cortos y me resigno a desbrozar apenas unos cuantos metros. No me preocupo sin embargo, porque esto es señal de que pronto llegará el invierno con su pausa gris y su sosiego. Entonces podremos perder cuidado y dormir el día entero. Si todo transcurre como espero, la próxima primavera, con las fuerzas renovadas, recuperaré el terreno perdido y tal vez pueda salir al fin de este bosque infinito.
Preciosa foto
ResponderEliminarEse "debilitado como estoy" me deja un pellizco en el estómago.
ResponderEliminarRegomello le dicen en mi pueblo, que como es una palabra autóctona ni tan siquiera le han puesto ortografía.
Re-go-me-llo. Un revuelto del ego, el me y el ello.
O: Regomeyo. Un revuelto del ego, el me, y el yo.
Pero me gusta esta palabra, Xuan que tan bien expresa el estado de mi alma.
Y esta fotografía. Tiene embrujo, misterio y me recuerda los paisajes de mi infancia. En los peldaños de las escaleritas montaba yo mis juguetes de barro construídos por mi.
Eso sí que eran juguetes de verdad.
¿Volverán?
La luz de esta toma, transmite esa sensación de bosque que no descansa, que no deja ni un momento de aprovechar los rayos del sol para extenderse, hacerse grande e intentar derrotar al hombre que defiende su existencia cara al avance indiscriminado de la naturaleza. La escalera parece resignada a la interminable pelea por el espacio, por el tiempo, por la vida en definitiva. Un acierto de foto y un texto precioso. Un abrazo enorme
ResponderEliminarMe encanta la foto, ya lo sabes, los bosques es parte de lo mio, y este bosque que nos presentas con esa escalera a la nada, o al todo de la maleza me parece genial. Y de tus historias, que decir, siempre me transportan a otra épocas, a escenas mágicas que me dejan atrapado. Este minicuento en especial me ha encantado, me imagino ese trabajador incansable en su infinita tarea. Nunca la acabará pero seguramente le da sentido a sus días.
ResponderEliminarComo un bosque encantado con sus habitantes que parecen cumplir un castigo.
ResponderEliminarLa atmósfera es mágica como ese lugar.
Feliz semana, Xuan.
Podría ser una nueva versión de La Historia Interminable, quien poda sabiendo que debe volver a repetir la tarea hasta lo infinito. La escalera que esconde su principio y fin. Me gusta la imagen, e ilustra perfectamente tu historia.
ResponderEliminar¿Saldremos alguna vez del bosque o todas las escaleras nos llevan hacia adentro, más adentro?
ResponderEliminarHe notado en esta fotografía la humedad que por aquí nos falta.
Confiemos en el invierno, aunque al fin y al cabo, el bosque persistirá sin pausa en reclamar lo que siempre fue suyo.
ResponderEliminarUn abrazo, XuanRata.
Que buen texto, para una gran foto.
ResponderEliminarEl invierno puede ayudar, pero se masca la tragedia.
ResponderEliminarLa naturaleza marca sus pautas y nadie se escapa.
Un bonito rincón que quizás de acceso a un jardín secreto.
La foto es magnífica, como sueles.
ResponderEliminarPero este texto, Xuan, este texto...
Mi rendida admiración.
¿A dónde llevará esa escalera? ¿cuánto tiempo habrá pasado desde que alguien la usó? Me encanta la foto mientras disfruto con el texto... ¿o quizás al revés?
ResponderEliminarSalu2