La primera lluvia del otoño siempre te pilla desprevenido: mientras ella cae con la experiencia acumulada de los siglos, tú, torpe primerizo, pugnas por abrir el mecanismo del paraguas. Y eso que en el norte el paraguas siempre va contigo, aunque solo sea como hipótesis más o menos plausible.
Pero es ahora que las estaciones se cruzan dentro del armario ropero cuando recuperamos de pronto la consciencia: solo en el entretiempo es posible ver al tiempo deslizarse, ocupar por capilaridad las costuras de las aceras y dibujarse en los techos otra vez los mapas que agosto no terminó de borrar completamente.
Porque lo cierto es que, muerto el verano, el tiempo lo va ocupando todo y tú tienes a la vez que ocupar el tiempo si no quieres acabar empapado hasta los huesos. Inventamos entonces actividades y proyectos, nos inscribimos en todos los gimnasios, en todos los cursos, en todos los clubs y ponemos calderos en todas las habitaciones donde creemos que puede haber goteras. Achicamos las horas y ese esfuerzo nos mantiene a flote, hasta el día en que el tiempo escampe y se disipe.
Más por compasión que por tu propia habilidad cede el paraguas finalmente y bajo su protección atraviesas ese tiempo sin paisaje que arrasa la lluvia como un pequeño anticipo del diluvio.
Pero es ahora que las estaciones se cruzan dentro del armario ropero cuando recuperamos de pronto la consciencia: solo en el entretiempo es posible ver al tiempo deslizarse, ocupar por capilaridad las costuras de las aceras y dibujarse en los techos otra vez los mapas que agosto no terminó de borrar completamente.
Porque lo cierto es que, muerto el verano, el tiempo lo va ocupando todo y tú tienes a la vez que ocupar el tiempo si no quieres acabar empapado hasta los huesos. Inventamos entonces actividades y proyectos, nos inscribimos en todos los gimnasios, en todos los cursos, en todos los clubs y ponemos calderos en todas las habitaciones donde creemos que puede haber goteras. Achicamos las horas y ese esfuerzo nos mantiene a flote, hasta el día en que el tiempo escampe y se disipe.
Más por compasión que por tu propia habilidad cede el paraguas finalmente y bajo su protección atraviesas ese tiempo sin paisaje que arrasa la lluvia como un pequeño anticipo del diluvio.
Siempre me gusta como encajas a los distintos personajes en tus fotografías. Cuando visité Gijón, un mes de Julio, también llovía así y me traje un paraguas precioso de Oviedo. Inmensa esa playa.
ResponderEliminarBesitos Xuan
Un escenario el que nos presentas que es como una bofetada de humildad, pues me sugiere vulnerabilidad frente a la fuerza de los elementos. Aduras penas podemos arrastrarnos a merced de las circunstancias. Para ponernos en nuestro sitio.
ResponderEliminarAbrazo.
Cornisa cántabro-atlántica y paragüas son palabras que van juntas. Y a pesar de eso, es cierto que abrirlo a veces se complica en razón directa a la lluvia que cae. Bien vista.
ResponderEliminarSalu2
Hoy desfilan los paraguas. La lluvia los sembró, de colores grises como el día. Ya no se ven los rostros, se quedaron en la soledad de sus sueños...
ResponderEliminarQue acierto incluir en la composición, esta apertura y cierre, que contextualiza la protagonista y su paraguas.
Simplemente un conjunto genial de fotografía y texto. Después de ver esto aun no acabo de entender mi suerte al recibir tu visita en una foto como la de los globos que realmente no dice nada.
ResponderEliminarEsos cuerpos cortados que en otra foto podría molestar en esta elevan las foto a la genialidad, porque además el recorte es preciso y precioso. La ternura que desprende la niña es simplemente apabullante, y que decir de la perspectiva de las baldosas conduciendo la mirada a la isla.
Simplemente una de las mejores fotos que he visto en mucho tiempo en el terreno de lo callejero. Enhorabuena.
Aquí no existe el entretiempo, del calor pasaremos al frío.
ResponderEliminarPleno acierto: composición, título, texto.
ResponderEliminarSiempre he pensado que el paso del verano al otoño es más cambio que el paso de un año a otro.
Buen fin de semana, Xuan.
Un abrazo.
Qué buen ojo tienes, y que buenos recuerdos me trae esa playa. Por cierto, gracias por tu comentario tan sincero. Estoy de acuerdo con el.
ResponderEliminarEsos cortes en otro autor lo dejarían en evidencia.
ResponderEliminarEn ti, te ratifican como tal.
Esa es la diferencia entre tomar fotos y hacer imágenes.
Un abrazo.
¡Qué buenas esas mitades y la niña, entera y dispuesta, al centro! Eres increíble, Xuan, increíble.
ResponderEliminarMe encanta esta foto de la playa de S. Lorenzo y las fotos que me traes de ella.
ResponderEliminarGracias, Xuan.
Me encanta el título y desde luego que duren las lluvias, siempre son bienvenidas aunque igual por el norte estáis un poco cansados de ellas.
ResponderEliminarUna foto preciosa, Xuan.
Feliz semana.
A mí me gusta sentir el primer frío en otoño, aunque me pille el cuerpo desprevenido.
ResponderEliminarMaravillosa foto: la inocencia de poder enfrentarse al mundo. Luego crecemos.
Me gustan estas imagenes llenas de vida. Un abrazo
ResponderEliminar¿Y no será el paraguas el que nos abre a un tiempo inverso para evitar que empapemos la lluvia con nuestro torrencial desconcierto? Aunque esto es probable que solo sea una hipótesis más o menos plausible.
ResponderEliminarTexto y fotografía de aplauso y taconeo.