Y el oráculo dijo así:
Sea cual sea la ciudad de tu destino únicamente te estará permitido el acceso a la ciudad que viaja contigo, esa que hallarás siempre donde quiera que vayas. Si alguna vez pensaste en ganarte la vida como fotógrafo de viajes, pierde toda esperanza. A cambio puede que te encuentres solo pero nunca te sentirás extranjero y cuando mires a los ojos de los niños, ellos reconocerán en ti a un pariente cercano.
Desde aquí se huelen
ResponderEliminarDEstoy dudando si me quedo con la foto o con el comentario, por consiguiente me quedo con los dos.
ResponderEliminarLLevas razón, nuestros recuerdos se van superponiendo a todo lo uevo que visitamos.
ResponderEliminarya están en nosotros todas las fotos que sacaremos...
ResponderEliminarQue pedazo de foto y que bonito texto.
ResponderEliminarQuizás ya no sea posible ser ciudadano del mundo. Ahora hay que ser de alguna parte, de la que está grabada a fuego en nuestro subconsciente, donde ya están hechas todas nuestras fotos; después, no hacemos más que positivarlas. O quizás sí lo somos, gracias a ello.
ResponderEliminarUn abrazo.
Las pastelerías y los niños, siempre van de la mano. Tu foto me recuerda a otras clásicas con argumentos parecidos. La luz a sus espaldas, la mirada hacia ti y su gesto con su brazo derecho, me sugiere que la captaste en su momento mas dulce.
ResponderEliminar¡Qué lindo, qué lindo! La niña te mira con una serenidad aplastante, efectivamente te reconoce.
ResponderEliminarEres muuuuuuuucho.
Los niños no entienden de fronteras, deberíamos aprender de ellos.
ResponderEliminarPrecioso instante captado, Xuan.
Feliz semana.
Apenas inquietos viajeros en el inabarcable país de las luces y de las sombras -el único sin fronteras-; también niños golosos pegados al cristal del aparador de esta infinita pastelería.
ResponderEliminarAdmirable la determinación en la mirada de esa niña; parece que venga pedaleando de muy lejos para explicar qué cosa es la dulzura.
Espléndido retrato y estupenda reflexión.
ResponderEliminarSalu2
Si no fuera por el casco de la bicicleta, esa niña sería a temporal, como yo cuando era pequeña, me parece reconocerme en ese vestido y esas sandalias, genial foto y texto.
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