Los primeros que fueron plantados eran obras maestras de ingeniería: esbeltas cortezas sintéticas se alzaban como columnas al cielo, envolviendo una intrincada red de conductos en cuyo interior un fluido energético ascendía por capilaridad hasta lo más alto y se ramificaba y distribuía. Se dice que la gama de verdes y ocres de sus hojas superaba la paleta del mejor pintor: llegado el momento programado para la entrada del otoño pocos placeres se igualaban al de verlas caer con el ritmo exacto de un metrónomo.
Sin embargo, con el tiempo aquellos ejemplares pioneros, construidos de forma casi artesanal, fueron dejando paso a otros de manufactura más basta, pues las autoridades afirmaban que solo abaratando costes sería posible concluir la repoblación. El resultado es esa maraña informe que hoy nos hemos acostumbrado a llamar bosque.
Cuando la fortuna nos sonríe y logramos dar con el esqueleto oxidado de alguno de aquellos árboles primigenios, un estremecimiento nos recorre. Nos acercamos con precaución, con respeto rozamos apenas su tacto acerado y frío, su estructura perfecta como una ley natural: sentimos de nuevo la emoción de lo auténtico.
Sin embargo, con el tiempo aquellos ejemplares pioneros, construidos de forma casi artesanal, fueron dejando paso a otros de manufactura más basta, pues las autoridades afirmaban que solo abaratando costes sería posible concluir la repoblación. El resultado es esa maraña informe que hoy nos hemos acostumbrado a llamar bosque.
Cuando la fortuna nos sonríe y logramos dar con el esqueleto oxidado de alguno de aquellos árboles primigenios, un estremecimiento nos recorre. Nos acercamos con precaución, con respeto rozamos apenas su tacto acerado y frío, su estructura perfecta como una ley natural: sentimos de nuevo la emoción de lo auténtico.
Qué no tendrá el bosque que nos estremece el alma, Xuán. Y esa paz que nos invita a no se sabe qué, y esta ilusión por quedarnos en él, como si nos hubiéramos perdido.
ResponderEliminarEl, bosque habitado.
¡Qué bueno! Me ha traído a la memoria el principio de El bosque animado cuando toda fraga recibe con admiración como a uno de los suyos al poste de telégrafos
ResponderEliminarTienes razón, Joaquín. Una vez leído El bosque animado se nos queda la imaginación felizmente contamimada para siempre.
EliminarJe, je, veo que tú también tienes como yo la necesidad de volver de vez en cuando al bosque. Aunque por las fotos tuyas de bosque que me vienen a la cabeza, en muchas de ellas aparecen restos humanos. Es como si buscases el paso del hombre por el bosque. Imagino que la fotografía de naturaleza a secas a lo mejor no es tu terreno. A mi me pasa justo lo contrario. Tus textos, como siempre crean historias maravillosas y casi de ciencia ficción sobre las imágenes. En fin, excelente como siempre.
ResponderEliminarMuy original tu aporte.
ResponderEliminarMuy buena. Que bien se te da el color
ResponderEliminarjjjja leo el texto y espero encontrarme un haya de gran porte, un roble o castaño que nos hagan sentir insignificantes y entonces me topo con tu árbol primigenio, la foto será buena, pero el texto es mejor.😋
ResponderEliminarEsa cacha metálica casa bien con la vejez que se adivina en los troncos. Un abrazo
ResponderEliminarParece el bastón que un caminante hubiese dejado olvidado en uno de sus paseos.
ResponderEliminarUn abrazo, XuanRata.
Querido Xuan, ¿no será el periscopio de un submarino varado en el más embravecido mar del despropósito? o tal vez me equivoco y sea un paraguas insepulto; o la gráfica otoñal del nivel político del país. Vete a saber. Por si acaso no te acerques....
ResponderEliminarLa naturaleza borrará esa cicatriz, más tarde o más temprano.
ResponderEliminarElla es fuerte, paciente y persistente.
Un abrazo.
Somos seres extraños los humanos, primero destruimos y luego reconstruimos para volver a destruir y reconstruir, así hasta el infinito de nuestra estupidez.
ResponderEliminarUna fotografía con todas las letras, como es habitual en ti.
El texto y la fotografía podrían ampliar El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez. Excelente ambos.
ResponderEliminarLos colores y las texturas son preciosos, realzando ese rancio abandono de algunos bosques y esa tubería oxidada, olvidada de otros tiempos, acentúa esa dejadez.
ResponderEliminarUna delicia visual, Xuan.
Buen finde.
Que buenas esas texturas, como dice Chapi, realza el abandono.
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