Como una estrategia más ante el encierro, el fotógrafo decide salir a pasear por el pasado. Para hacerse con el salvoconducto pertinente no le queda otra que recurrir a la mediación del fotógrafo que fue. Se cita con él en la esquina de 2012 con 2013: no tan lejos como para no reconocerse, ni tan cerca como para confundirse uno con el otro. Miran a izquierda y a derecha. Con afecto contenido se dan la mano.
Deciden recorrer los lugares de siempre: las calles del barrio, los horizontes marinos, los senderos, las competiciones del hijo, la nieve. Todo aparece tocado de un cierto afán de exploración, era una cámara distinta, otras las distancias focales, buscaba la abstracción en los callejones de Cimadevilla, quería penetrar en el interior de las gotas de lluvia. Le emociona esa ingenuidad, ese impulso. Transitan también por los consabidos cumpleaños familiares, bosques de velas antes de la invención de los números.
Se detienen ante un desfile de charangas: ahí el fotógrafo comprende de pronto que es imposible viajar al pasado, no por ninguna prohibición, sino porque sencillamente no existe: en su lugar hay una serie trastocable de presentes, como una colección de diapositivas cuya única condición es la de no tocarse nunca. Ahora, después, entonces, no son adverbios sino topónimos más o menos útiles, igual que las horas del día obedecen únicamente a la necesidad de organizarnos. El fotógrafo sigue al fotógrafo a través de las fechas que son plazas, hayedos, fiestas de disfraces y sustituye esas fechas en las carpetas por referencias a lugares como haría un bibliotecario que ensaya un sistema de notación plausible.
Así, de archivo en archivo, los fotógrafos llegan a las inmediaciones de una cueva: el fotógrafo de entonces-aquí sonríe ante el gesto de sorpresa del fotógrafo de allí-ahora. Ambos se adentran en lo oscuro: aleteo de alas membranosas y agua hasta los tobillos, como en las viejas historias de Los Cinco. La foto toma cuerpo, es decir, cobra sentido. Al fondo de la cueva está su mesa de luz, su escritorio. Sobre la pared se agitan las sombras, ya lo dijo el filósofo. Se da la vuelta y detrás-antes no hay nadie. Cerca-todavía, vosotros.
Deciden recorrer los lugares de siempre: las calles del barrio, los horizontes marinos, los senderos, las competiciones del hijo, la nieve. Todo aparece tocado de un cierto afán de exploración, era una cámara distinta, otras las distancias focales, buscaba la abstracción en los callejones de Cimadevilla, quería penetrar en el interior de las gotas de lluvia. Le emociona esa ingenuidad, ese impulso. Transitan también por los consabidos cumpleaños familiares, bosques de velas antes de la invención de los números.
Se detienen ante un desfile de charangas: ahí el fotógrafo comprende de pronto que es imposible viajar al pasado, no por ninguna prohibición, sino porque sencillamente no existe: en su lugar hay una serie trastocable de presentes, como una colección de diapositivas cuya única condición es la de no tocarse nunca. Ahora, después, entonces, no son adverbios sino topónimos más o menos útiles, igual que las horas del día obedecen únicamente a la necesidad de organizarnos. El fotógrafo sigue al fotógrafo a través de las fechas que son plazas, hayedos, fiestas de disfraces y sustituye esas fechas en las carpetas por referencias a lugares como haría un bibliotecario que ensaya un sistema de notación plausible.
Así, de archivo en archivo, los fotógrafos llegan a las inmediaciones de una cueva: el fotógrafo de entonces-aquí sonríe ante el gesto de sorpresa del fotógrafo de allí-ahora. Ambos se adentran en lo oscuro: aleteo de alas membranosas y agua hasta los tobillos, como en las viejas historias de Los Cinco. La foto toma cuerpo, es decir, cobra sentido. Al fondo de la cueva está su mesa de luz, su escritorio. Sobre la pared se agitan las sombras, ya lo dijo el filósofo. Se da la vuelta y detrás-antes no hay nadie. Cerca-todavía, vosotros.
Un precioso viaje en el tiempo XuanRata.
ResponderEliminarTus textos son siempre tan atrayentes que una vez que la mirada ha descansado y buscado a través de la foto correspondiente, hay que dejarla ir para que recorra ese bosque de letras que una tras otra son capaces de contar una historia llena siempre, de interés.
Un placer visitar este calendario de instantes.
Un abrazo y cuídate mucho
Viajar en el tiempo, ya que no en el espacio: no hay manera de estarse quietos, somos nómadas, el sedentarismo es solo una pausa.
EliminarUn abrazo, amigo.
Preciosa esta historia de hoy Xuan. Enhorabuena
ResponderEliminarUna historia real de principio a fin, incluyendo la fotografía. Pocas veces en entrego al realismo, pero al reencontrarme con esta foto no pude dejar de contarla.
EliminarMe encantó ese encuentro frente a frente del fotógrafo de ayer y el de hoy y por supuesto la footo.
ResponderEliminarVamos siempre juntos pero a veces hacemos como que no nos conocemos.
EliminarNota para la bitácora: al mes de confinamiento los humanos comienzan a desdoblarse. Lo digo porque ya son varios los textos que he leído estos días en que el autor se desdobla, de un modo u otro, se encuentra con su yo en otra forma, en otro tiempo, en otro lugar... Como esto siga mucho tiempo no cabremos todos en la casa.
ResponderEliminarMe atrae la idea de convertir los adverbios de tiempo en topónimos. Tiene mucha lógica: los recuerdos no nos llevan a otro tiempo, sino a otro lugar en que estar que no sea el presente.
Besos
El desdoblamiento es el único truco legal que nos dejan, o al menos no lo he visto mencionado en ninguno de los decretos. Es una ilegalidad inocua, aprovechémosla.
EliminarGenial esa cueva, que es todo misterio, como símbolo de un "pasado que no existe, sino solo una serie de presentes".
ResponderEliminarUn abrazo.
Imposible pasar al lado de una cueva y no indagar en su interior. En este caso, en realidad no es una cueva sino una antiquísima mina de oro de época romana. Por desgracia es corto el tramo que se puede recorrer pues está cegada al cabo de pocos metros. El seudónimo que utilizo desde los quince años lo tomé de ella y está asociado al personaje de una leyenda que en Asturias es bastante conocida y habla de tipo que engaña a un cuélebre (dragón autóctono) con una piedra ardiente que hace pasar por una hogaza de pan para acabar con él. Un abrazo
EliminarEl fotografo de ayer, y lo que captó, puede ayudar sin duda al fotografo de hoy...
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Sí, va dejando pistas, pero no sé a dónde conducen.
EliminarEs el momento de buscar en el archivo. ¿Volverá el fotógrafo cuando esto termine a tener la misma intención en la mirada?
ResponderEliminarEstoy deseando comprobarlo.
EliminarFayal hallado:
ResponderEliminarLa metaficción fotográfica es el arte de coleccionar el tiempo (empapelado) encerrado en papel de cromos para juzgar desde la pared hasta caer, revoloteando, sobre las demás ganándolos todos.
Somos un mero apunte de la realidad futura y besugo boceto de pasado ausente, por lo que nunca alcanzaremos a ser obra final ya que siempre —borrando aquí o allá— nos retratamos constantemente.
Salimos —por lo tanto, paradójicamente— a la cueva de la que (no) procedemos y encontramos la irrealidad tangible fundamentada en mitos ajenos. Nuestra historia es cierta porque las imágenes no mienten, o eso piensan algunas.
Las cámaras fotográficas son máquinas del tiempo congelado de instantes que no envejecen y, al verlos, nos devuelven la empatía jovial que el futuro nos va restando para salir al encuentro de ambos personajes.
Resquicios de una esquizofrenia mal curada
Remate paranoico:
Desearía hallar en mis manos la cámara que fotografíe el futuro; sería emperatriz del mundo y sometería a las naciones a mis designios turuletos, cual gallina.
Moriría de asco al ser la diosa Cronoscromática encerrando en prisiones de locura a todo quisqui viviente y desoyendo sus súplicas les iría mostrando —a cada uno— su momento finado…Qué enfermedad más insana…
Les comería los ojos, por saber qué ven, y acabaría con sus puestas. Les arrancaría el pensamiento del cerebelo para construir carabelas con las que cruzar (su) Estigia fetalmente.
Nada qué decir de su hermoso texto y fabulosa fotografía que refleja su intringulado mundo interno. No salga de su espelunca, posiblemente sea más cálida y acertada que la construida, por otros, como todo un *espectáculo
Me encanta su otro yo; un gran recurso para sentirnos humanamente más tiernos. Pero tenga cuidado no sea presa de su bilocuidad, conduce a la demencia.
(En bárbaro: *show)
De entre todas las leyes (y decretos) de la física, la que nos impide el acceso al futuro (que no es más que el presente triunfante de entre todos los posibles) es sin duda la más caritativa, aunque en el fondo el propio futuro, el que nos importa, todos lo conocemos demasiado bien. Pero, nihilismos aparte, entre representación y representación, vivamos el entreacto.
EliminarUn fotografía muy significativa además de un texto verdaderamente adecuado a este momento.
ResponderEliminarEl texto expresa la sorpresa contenida ante fotografías de un antes en que se tomaron y ante unas circunstancias y un ahora que, quizás, no tiene nada que ver aun siendo la misma.
Me ha gustado mucho.
Vengo de la mención realizada por Alís de entre sus mejores blogs y con razón. Con permiso, me quedo por aquí.
Gracias.
Saludos
Cierto, Una misma foto cuenta historias diferentes según el momento y nuestra propia circunstancia igual que un libro que leímos hace años ya no es el mismo si volvemos a leerlo ahora. Esta vez al encontrar la foto, que fue tomada hace casi siete años, sentí que estaba esperándome desde entonces justo para este momento. Esta es una las cosas por las que amo la fotografía.
EliminarEl misterio, nos acecha conforme nos adentramos en esa cueva. Sabemos cuando entramos, pero ignoramos cuando vamos a salir. También puede que se corra el riesgo de acostumbrarnos a andar en la oscuridad y temamos salir después y encontrarnos con la luz diáfana del día.
ResponderEliminarBuena historia, la que nos ofreces. Me ha encantado este telato.
Besos
La cuestión estriba en saber si saldremos por dónde entramos o por otra salida diferente. Mientras tanto en la oscuridad se activan otros sentidos. Besos
EliminarFabulosa introspección, gracias por compartirla. Salud Xuan Rata.
ResponderEliminarCierto, tiene algo de mirada dentro y también de fábula, pero bastante real en este caso. Salud, Roberto.
EliminarHola XuanRata, he llegado a tu casa, después de leer una encuesta que le hicieron a Alís, y en la que nombraba una serie de blogs, entre los que estaba el tuyo. Me ha encantado lo que he estado leyendo, y con tu permiso, me quedaré por aquí, para seguir leyéndote.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Carmela, seguiremos encontrándonos entonces, en esta o en otras cuevas.
EliminarUna magnífica entrada, Xuan. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Jordi, y felicidades en día tan señalado como este.
EliminarMe sucede que en ese obligado zambullirse en los archivos, a falta de la "dosis" de luz en vena que me exige mi -nuestra- adicción, he llegado a la absurda conclusión que es imposible contemplar dos veces -como sucede con la famosa frase del río- la misma fotografía. Tal vez la falta de movilidad ha sido la que me ha provocado esta alteración, pero repasando los archivos ninguna foto se ha querido quedar tal y como la dejé, todas parecen revelarse, ser distintas. Cualquier día de estos hablaré muy seriamente con ellas para intentar descifrar el misterio, aunque no pienso afearles para nada sus decisiones. Si averiguo algo te informo de inmediato.
ResponderEliminarUn abrazo, querido Xuan.
Es el sino de las fotografías, Josep: revelarse una y otra vez hasta la rebelión final.
EliminarJe, je, me hizo mucha gracia ver que parece ser que hay una cueva que lleva tu nombre!!!. Quiero entender que no te alude a tí personalmente y que para tí también fue una sorpresa encontrartela en su día. Curiosamente yo estos días también tuve un reencuentro con una foto de una cueva y además no demasiado lejos de donde vives. Igual viste mi primera y última historia en Instagram. Era la entrada de una cueva que se llama, o nosotros la llamabamos el Buxu, o el Buxurrucu no se si en Asturias o Cantabria. De una ruta montañera que hice en 1992!!! Je, je, salgo yo con unas greñas y muy irreconocible incluso para mí. Yo tengo un pasado espeleológico como supongo que te abré comentado alguna vez. Las cuevas me apasionan y dentro de ellas me siento muy a gusto. Muy buena la historia, ese bucear entre fotos antiguas para reencontrarte con una que te llama ahora. Un abrazo.
ResponderEliminarEsa cueva de El Buxu que comentas, si es la que misma que yo conozco, está en Cardes, muy cerca de Cangas de Onís, es una pequeña cueva con pinturas y grabados rupestres, no se si además es posible practicar espeleología en ella. Recuerdo haber visto esa historia en instagram pero no supe identificar el lugar ni a ti tampoco, por supuesto. En cuanto a la cueva de Xuan Rata, más arriba puedes ver la explicación que le di a Anaximandro: conocía la existencia de esa cueva desde mi adolescencia y no la visité hasta hace unos pocos años, cosas de la vida... Toda mi familia procede del municipio de Allande, donde se ubica la cueva, de ahí mi afinidad con ese lugar. Un abrazo
EliminarSi, es esa misma que dices. La historia es muy larga. Yo hacía una ruta de montañas en los BoysScouts (aqui los llamamos escoltas y es un poco menos serio que lo que se tiene en mente que es demasiado militar) por los Picos de Europa. Un día que estabamos de descanso en el camping Naranco de Bulmes, unos amigos me dijeron de ir ha visitar esa cueva. Al final acabemos llegando haciendo Autostop, pero la puerta estaba cerrada y la guía que salía con el último grupo no nos dejo ni entrar a la entrada ni un segundo. Total que nos volvimos de nuevo haciendo Autostop. Hace poco en el mismo Grupo Escolta donde ahora van mis hijos, en periodo de confinamiento, lanzaron una especie de reto de enseñar las fotos que nos habían marcado en nuestra historia en la asociación, y aunque yo no soy muy dado a subir nada personal en las redes ni en participar en reto alguno, busque esa foto que era la única digitalizada que tenía de la época (escaneada) y la subí para ver si algunos de los padres de aquella época se animaban a subir fotos de generaciones pasadas. Pero me quede solo. Y no, en esa cueva no creo que se pueda hacer espeleología. Toda la que hice en su día fue en Cataluña o Aragon, aunque el paraiso espeleologico es sin duda toda la cornisa cantábrica. Un abrazo.
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