Cuentan que cuando al cabo de los meses los gobiernos decidieron levantar la orden de confinamiento, muchas personas optaron por continuar en sus casas. Es posible que el miedo, infundado según las autoridades pero alentado por toda clase de rumores, tuviera algo que ver, pero para muchos lo decisivo fue el descubrimiento de un nuevo modo de vida. Y es que, paradójicamente, la reclusión supuso también una suerte de liberación: adiós a los horarios, al tráfico imposible, al aire envenenado, a los éxodos en vacaciones, al tedio infinito de los centros comerciales... Frente a una aparente movilidad en circuito cerrado, el espacio de la casa resultó ser un reducto de verdadera autonomía.
Cuentan que, pocos años después, cuando la interconexión digital alcanzó un desarrollo tal que era capaz de adelantarse a las más ínfimas necesidades de los ciudadanos, los aislados formaban ya una comunidad de millones de miembros repartidos por todo el mundo, cuyo poder, influencia y atractivo crecían de día en día. Antes de que los sociólogos pudieran dar cuenta del fenómeno, las calles ya no eran otra cosa que canales de transporte donde vehículos sin conductor repartían sus mercancías en eléctrico silencio. Y los edificios sin ventanas ni balcones, cada vez más eficientes, se convertían en modelos de sostenibilidad. Revertir el cambio climático dejó de ser una utopía.
Cuentan que algunos individuos, nostálgicos, rebeldes, locos, aún se aventuraban a explorar la inhóspita soledad de las ciudades. Hubo incluso quien apostó por una vida de nómada sin techo.
Cuentan que aún hoy seres ambulantes vagan por el submundo exterior, que duermen al raso, que se alimentan de restos. Nadie los ha visto. Son solo leyendas urbanas que, tras las fachadas ciegas, animan nuestras noches sin fin.
Cuentan que, pocos años después, cuando la interconexión digital alcanzó un desarrollo tal que era capaz de adelantarse a las más ínfimas necesidades de los ciudadanos, los aislados formaban ya una comunidad de millones de miembros repartidos por todo el mundo, cuyo poder, influencia y atractivo crecían de día en día. Antes de que los sociólogos pudieran dar cuenta del fenómeno, las calles ya no eran otra cosa que canales de transporte donde vehículos sin conductor repartían sus mercancías en eléctrico silencio. Y los edificios sin ventanas ni balcones, cada vez más eficientes, se convertían en modelos de sostenibilidad. Revertir el cambio climático dejó de ser una utopía.
Cuentan que algunos individuos, nostálgicos, rebeldes, locos, aún se aventuraban a explorar la inhóspita soledad de las ciudades. Hubo incluso quien apostó por una vida de nómada sin techo.
Cuentan que aún hoy seres ambulantes vagan por el submundo exterior, que duermen al raso, que se alimentan de restos. Nadie los ha visto. Son solo leyendas urbanas que, tras las fachadas ciegas, animan nuestras noches sin fin.
Y yo soy una de las que no quiso salir, jajajajaj
ResponderEliminarUna de las pioneras en la conquista de nuevos espacios. ;-)
EliminarUn texto que, una vez más, deja clara tu capacidad para convertir situaciones reales en una especie de relatos de ciencia ficción aunque no tanto.
ResponderEliminarMagnifico ese texto y bien acompañado con esa foto que habla de recogimiento con su puntito de nostalgia.
Un abrazo XuanRata.
Vivimos en una ficción permanente sin ser apenas conscientes de ello, pero en ocasiones especiales como la presente se nos viene esa ficción al primer plano y cualquier cosa que se escriba se vuelve creíble a nuestro pesar. Un abrazo.
EliminarEn períodos así muchos tuvieron temor a salir de sus refugios. Sucederá ahora también.
ResponderEliminarSeguro, sobre todo entre las personas más vulnerables, pero el descubrimiento de nuevos espacios de vida no creo que pase desapercibido, aunque nuestra cultura mediterránea nos impulsará a retomar los lugares comunes (en su doble acepción).
EliminarNo me parece tanta ciencia ficción tu relato. Eso que cuentas está a la vuelta de la esquina. De hecho, mira cómo nos estamos comunicando en las últimas semanas. Te dejo el enlace de un vídeo que tuve que ver hace poco en un curso que tiene que ver algo con lo que cuentas: https://youtu.be/VTs5y1QlEtk
ResponderEliminarPor lo demás, el texto me parece muy bueno. Como siempre. Y me gusta que en la fotografía nos traigas la imagen de uno de esos resistentes.
Besos
He visto el vídeo y la verdad es que le deja a uno un sabor agridulce con ese final donde el protagonista opta por su soledad bien pertrechada antes que atender una llamada que él siente como una intromisión. Amamos la libertad pero huimos de la soledad y eso requiere algunas renuncias. En ese difícil equilibrio nos movemos.
EliminarBesos
Como siempre el texto es como minimo tan bueno coma la imagen que en esta ocasión es fantastica, el elemento humano es la guinda del pastel, bravo.
ResponderEliminarEse hombre que pasea fuera de la casa se ha convertido en un elemento en parte esperanzador, en parte perturbador. No solo nosotros, también los significados y las interpretaciones están en vilo en estos días.
EliminarQue buen texto, como todos los tuyos, y la foto es muy buena. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias, amiga, seguimos rescatando imágenes naufragas.
EliminarWoao!Menudo relato, acompañado con la imagen perfecta.
ResponderEliminarInmejorable.
Salud Xuan
Creo que la imagen tiene un aire de abandono provisional (la luz tamizada por los cristales contribuye a ello) y esa provisionalidad cuyo alcance desconocemos precisamente fue lo que me decidió a publicarla. Gracias, Willy.
EliminarMuy buena la narración, que nos ha ofrecido. El tiempo de confinamiento sigue prolongándose y existe un miedo justificado salir a la calle. El tiempo, se nos está haciendo más largo y parece que ha transcurido una infinidad, desde mi última salida, para disfrutar de unos días de puente. El mes de marzo, se os ha hecho interminable y aún nos queda todo el mes de abril. El día que por fín termine esto, nos tendremos que acostumbrar poco a poco.
ResponderEliminarBesos
La entrada en esta situación ha sido brusca. La salida no deberá serlo. Como el submarinista que se lanza al agua y al emerger necesita un periodo de descompresión.
EliminarYo tengo claro que cuando digan que esto ha pasado me dara miedo salir a la calle... Y ya no te digo eso de ir de bares o cines...
ResponderEliminarUffffffffff
Que tiempos
Un abrazo
El miedo será la forma de confinamiento más duradera, sin duda. Pero también saldremos de él. Un abrazo.
EliminarPotente. Muy potente. Bonita luz. Salud.
ResponderEliminarLos cristales sucios son en este caso el filtro perfecto para darle textura y densidad a la luz. Un abrazo
Eliminar¡Qué maravilla de foto Xuan! ¡Y qué decir del texto! ¡Magistrales!
ResponderEliminarGracias, Joaquín. Al fondo queda la linea del horizonte y el mar, qué cerca y qué lejos.
EliminarDios!!! que real!!! Como te comentan ya no parece tan extraño tu relato, sin duda a muchos les va a entrar miedo a salir, y quizás ya no lo hagan más. Hoy precisamente hablaba con mi padrina que está mayor y no sale tampoco demasiado de casa y me decía que ella desde diciembre apenas si había salido un par de veces de casa, y sinceramente no la veo saliendo mucho más. Pero claro, ese es el caso de una persona mayor, pero no me parece tan descabellado a lo de que haya quien le pille el gusto a no salir, incluso entre la juventud, bueno, es archiconocido que en Japón este tema es un fenómeno con nombre y todo. Y además yo creo que en las sociedades del futuro a nuestras sociedades manipuladas e idiotizadas les llegará a interesar esta situación. Cada menos gente trabajando y en todo caso con clara tendencia al teletrabajo, saliendo de casa solo para consumir y casi ni eso, como tu dices, consumiendo desde el móvil y un ejercito de elementos autónomos que reparten sin pausa. La gente en casa, menos delincuencia (estos días me da la sensación de que hay mucho policía aburrido haciendo chorradas), nada de manifestaciones, nada de tertulias, poco intercambio de ideas, toda la información controlada desde los medios manipulados, en fin. La foto es excelente, desde casa supongo, esa niebla, ese personaje en el terrado, es toda magia y nostalgia. Enhorabuena.
ResponderEliminarLa situación que describe el relato es una tendencia en la que se trabaja desde hace tiempo (como bien dices, en Japón es un hecho ya para muchas personas). El confinamiento actual puede ser el empujón definitivo que necesitaba. La tecnificación de nuestras vidas puede traer beneficios (medioambientales por ejemplo) pero sus riesgos son enormes. De todos modos el intercambio de ideas, el pensamiento libre, siempre tienen que luchar contra todo tipo de trabas, en cualquier época y sociedad.
EliminarLa foto fue tomada hace tiempo en la Ciudad Residencial de Perlora, desde el exterior de uno de sus chalets abandonados aunque parezca que ha sido tomada desde dentro. Esa silla de terraza y ese tendedero que parecen esperar, desde hace años, a que sus usuarios vuelvan de un momento a otro, han adquirido un inquietante tinte metafórico.
Fuerte abrazo y salud, amigo.
Guárdame els secreto, Xuan, pero ese que fugazmente cruza por tu onírica imagen soy yo. No se ve bien, pero llevo una botella de vino bajo el brazo y una pequeña cámara fotográfica escondida en un calcetín. Si me capturan no te delataré.
ResponderEliminarEsa botella, si es compartida, es más valiosa que la cámara, pero está bien guardar una, aunque sea en el calcetín: nunca se sabe, siempre hay que llevar una cámara en la recámara.
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