miércoles, 29 de abril de 2020

Terra incognita



   Podría ser un espejo o el andén 9 y 3/4 de King's Cross Station. Pero esta vez se trata de un árbol, un humilde espécimen urbano afincado en una acera poco transitada. El hombre, que mientras pasea va pensando en sus cosas, se despista un segundo y atraviesa el tronco del árbol limpiamente. Se detiene, se palpa la frente, el pecho, se mira las palmas de las manos: incólumes (bueno, tal vez las uñas necesitaran un repaso). Se vuelve y la corteza firme del árbol le devuelve una única certeza: ahora está del otro lado. 

  Este lado otro se caracteriza por ser un lugar inexplorado. Pero en apariencia no se distingue del mundo que acaba de dejar: también hay una calle con árboles simétricos que parece una prolongación de la anterior. A primera vista es una copia fidedigna, demasiado fidedigna. La sospecha pone a trabajar a todos sus sentidos: en busca de algún desliz rastrea el olor a yodo del cercano malecón o la correspondencia entre la matrícula y el  modelo de los coches. Cree medir un exceso de retardo en el sonido de un avión que surca el cielo. 

  Tanto superávit de atención lo agota pronto. Se da por vencido: la réplica es perfecta y no hay show ni Truman que valgan. Se siente estafado. Para una vez que se tropieza con un portal interdimensional, acaba en una realidad idéntica a la suya donde la única falla parece ser él mismo. Arde de indignación y busca en la mirada de los otros una pizca de solidaridad. Parecen no verle, aunque lo esquivan con absoluta precisión. Hasta en esto ambos mundos se repiten. 

  Justo entonces, en lo más hondo de su abatimiento, comprende que esa es precisamente la singularidad de este universo paralelo: de entre todos posibles ha accedido al único isócrono e isométrico respecto al suyo. Tan extraordinaria coincidencia le hace sentirse casi un elegido y llevado del entusiasmo ensaya unos pasos de baile alternados con alguna tímida cabriola, que sin apenas darse cuenta le devuelven al árbol del que partió. 

  Lo examina ahora con pasión de entomólogo. Con pericia de desvalijador lo ausculta. Pero no tratará de encontrar quicio ni resquicio en la madera, pues al no haber diferencia entre ambos territorios tampoco tiene objeto volver a atravesarla. El concepto mismo de volver carece de sentido y como no encuentra otro que aquel que el árbol señala, a su alrededor el hombre se ensortija, trepa y ramifica: fibra a fibra, como el amante ciego, va levantando el mapa de una nación inabarcable. En lo alto de la copa, el hombre al fin se planta, se embosca. Allí no quedan lados sino alados horizontes, luz y contorno.


26 comentarios:

  1. Me encanta como eres capaz de hilvanar una maravillosa historia partiendo de una imagen. Muy buenas ambas

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    1. Lo cierto es que sin la chispa de la imagen no prendería la leña. Gracias, Joaquín.

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  2. Fantástica foto. Con esa monotonía cromática y el juego en cruz de vertical horizontal que esconde el rostro del paisano caminante. Me encanta.

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    1. Probé también con una versión en blanco y negro, pero me pareció que esa armonía de azules aportaba algo especial a la escena y era una forma de integrar al caminante con su entorno.

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    1. Gracias, Jose Ramón. Hace tiempo publiqué otra foto tomada en este mismo lugar. En aquella ocasión los protagonistas eran una chica y su perro. Supongo que por eso relegué esta toma pero ahora me di cuenta de que son tomas completamente diferentes.

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  4. No se me ocurre mejor imagen para lo que nos queda en las próximas semanas.

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    1. Vivimos en tránsito. Siempre. Pero ahora se ha vuelto tan evidente que asusta un poco.

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  5. De este modo es como nos engulle a veces la vida cuando nos sentimos identificados con algún tema en particular. Entonces no existe otra cosa que aquel asunto y todo lo demás queda fuera de foco.
    Una preciosa metáfora sobre la existencia del ser humano.
    Un abrazo amigo XuanRata

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    1. Efectivamente, ese cambio de foco es el punto central de la historia. Ser capaces de apreciar lo cercano sin perder la visión de conjunto. ¿Seremos capaces? Un abrazo, Luis.

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  6. Hacía tanto tiempo que no pasaba por aquí que he tenido que usar la brújula de mis rincones perdidos. Como recordaba, sigo encontrando poesía literaria y subtil poesía fotográfica, subtil porque tiene color casi sin querer, subtil porque el personaje esconde su cara detrás del protagonista, subtil por cortas verticalmente un supuesto gran espacio y propones lo concreto. Me alegra y admira que sigas con tu proyecto iniciado ya hace muchos años. Un abrazo Xuan.

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    1. Cuanto me alegra encontrarte de nuevo por aquí, Ramón. Entre lo vacuo y lo sutil a veces hay una fina línea. Tan fina como la que traza el árbol de la foto.
      También a mi me admira que el proyecto de este blog se mantenga. No sé por cuanto tiempo. En este momento ni siquiera sé si publicaré otra entrada. Un abrazo.

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  7. No sé que me gusta más, si la imagen o este magnífico relato. ¡Que imaginación, Xuan!
    Un abrazo y salud.

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  8. Me gusta cómo nos llevas desde las líneas rectas, de esa preciosa imagen, a un mundo de alados horizontes, luz y contorno.

    Un beso

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    1. La composición cerrada de la imagen no ha podido con la vertical del árbol y la de la nave que está detrás: al final nos han terminado sacando hacia arriba, donde se respira mucho mejor.

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  9. Ya temía que empezara a cruzar el portal una y otra vez hasta no saber dónde está. Sin duda tu hombre es más inteligente que yo, por optar por los alados horizontes.

    Si yo pudiera elegir otro mundo que visitar, elegiría tu cabeza.

    Besos

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    1. Uf, menudo agobio ese bucle que propones, sudores fríos me entran. Necesitamos salidas, aunque estas pasen por un cierto regreso al árbol del que bajamos hace tiempo.

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  10. Buena imagen... Me encanta esa sensacion de cierta angustia que produce el hecho de que el hombre este donde no deberia estar (medio tapado por el arbol)... Me gusta
    Un abrazo

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    1. Supongo que el hecho de que el árbol tape parcialmente al hombre, sería motivo para desechar la foto por fallida desde un punto de vista de composición clásica: se supone que los elementos de la imagen no deben superponerse ni estorbarse unos a otros. Tal vez si el hombre estuviera un poco menos tapado o hubiera avanzado un poco más (y hablo de milímetros en la imagen) la escena ya habría perdido este efecto un tanto inquietante. Un abrazo

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  11. Tanto el relato, como la imagen son extraordinarios. Un abrazo.

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    1. Gracias, Ana. Lo extraordinario está por todas partes.

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  12. Me deja enamorado el azul de esa parte superior y la verticalidad perfecta de este magnífico árbol que te sirve para hilvanar tu magnífica historia. Tiene un punto misterioso y casi de ciencia ficción que apasiona. Me deja preocupado tu contestación al comentario del Moncat. Espero que no peligre la continuidad del blog. No puedo ser que todo lo bueno se vaya acabando poco a poco. Este fin de semana precisamente que hemos perdido a Anguita. Un abrazo.

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    1. La continuidad del blog nunca está asegurada, todo depende de algo tan simple como que siga tomando alguna fotografía que pueda tener cierto interés para mi mismo y para los demás, lo que no siempre ocurre. De hecho este blog ya ha tenido a lo largo de su vida dos parones de varios meses. En lo que a mi respecta trataré de que no decaiga, pero seguro que le vendría bien algún tipo de renovación, aunque no acierto todavía a saber cuál podría ser. Un abrazo para ti, y un recuerdo entrañable para Anguita.

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  13. ¿Dónde acaba el hombre y empieza el árbol? ¿O acaso has atrapado los alrededores de esa unicidad, de esa forma de entender la vida no como cosas aisladas, sino como sucesos que interactúan y se fusionan continuamente unos con otros? Me recreo en la sensación que propone tu fotografía -por cierto, un placer de imagen-: un solo paso más y será posible ver un árbol humanizado, o un hombre "arbolizado".

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    1. Perder esa continuidad es precisamente el precio que hemos tenido que pagar para poder comer del árbol de la ciencia. Pero ahora que nos hemos hartado deberíamos tratar de arbolizarnos un poco (me ha encantado el palabro).

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