Esperar
hasta que nadie me espere
y solo entonces
volver
como si fuera posible.
No esperar
sino la luz sobre las cosas
y mientras tanto
fotografiar
del tiempo invisible
cada una de sus formas.
Deletrear
trescientos sesenta y cinco
una vez más
enumerar
lluvia, hierba, arena
y tantos otros incontables.
Nombrar
con infinitivos,
callar
para escuchar
nada más que el contrapunto.
Descender
la curvatura del bostezo
y descender
aún
hasta la íntima armonía del latido.