Viana do Castelo
La tarde del domingo es un tiempo propicio para el encuentro de las soledades, esas soledades hechas de costumbre y acidez, nada heroicas, soledades ocultas en salas de estar donde estar es ya la única manera posible de ser. Así, nuestro cuerpo de plástico y nuestra alma catódica se miran sin nada que decirse. La casualidad ha querido que él tenga forma de mujer y ella rostro de hombre. Uno vive en un cuarto piso y el otro en un segundo, también sin ascensor. Habitan ciudades y fechas diferentes, pero a través de mí han llegado a conocerse. Ella anda siempre pendiente de la corriente que la empujará al vacío. El teme al apagón de la tormenta, pero aún más a la subida de tensión que devuelve la corriente. La meteorología los une y saben que una corriente, de aire o de electricidad, que más da, los arrastrará sin remisión. Con sus miedos se aman. A su manera. Sentado en un sofá, un domingo por la tarde, ante una taza de té frío, siento como mi cuerpo de plástico y mi alma catódica se toman finalmente de la mano, con las rodillas juntas y la mirada perdida en la ventana abierta y sin visillos.
Coimbra
La tarde del domingo es un tiempo propicio para el encuentro de las soledades, esas soledades hechas de costumbre y acidez, nada heroicas, soledades ocultas en salas de estar donde estar es ya la única manera posible de ser. Así, nuestro cuerpo de plástico y nuestra alma catódica se miran sin nada que decirse. La casualidad ha querido que él tenga forma de mujer y ella rostro de hombre. Uno vive en un cuarto piso y el otro en un segundo, también sin ascensor. Habitan ciudades y fechas diferentes, pero a través de mí han llegado a conocerse. Ella anda siempre pendiente de la corriente que la empujará al vacío. El teme al apagón de la tormenta, pero aún más a la subida de tensión que devuelve la corriente. La meteorología los une y saben que una corriente, de aire o de electricidad, que más da, los arrastrará sin remisión. Con sus miedos se aman. A su manera. Sentado en un sofá, un domingo por la tarde, ante una taza de té frío, siento como mi cuerpo de plástico y mi alma catódica se toman finalmente de la mano, con las rodillas juntas y la mirada perdida en la ventana abierta y sin visillos.
Genial como enlazaste las dos fotos. Muy bonitas, con su puntito de voyeur.
ResponderEliminarUn saludo
Me encanta la forma que tienes de hacernos ver que todo se enlaza, de revelarnos con tu poesía relaciones que la ciencia es incapaz de justificar.
ResponderEliminarQue BUENAS!!!!! Me encantan ambas... y me gusta la union que de ellas hiciste.
ResponderEliminarGENIAL!!!!
Invierno, tumbado en el sofa, tapaduco con la manta viendo las horas pasar...
ResponderEliminarMe gustan .
saludos
Buena relación de las fotos y tecnicamente buen encuadre y agradable gama de colres y tonalidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ella esperando el momento en que las farolas se enciendan porque quizá sea cuando se encuentren. El mirando con recelo a quien tiene el mando a distancia, harto ya de ver su destino en la mano caprichosa de quien nada entiende, de otro mundo.
ResponderEliminarRompiendo la física les has hecho ser vecinos, con una pequeña calle de por medio, les has convertido en la bailarina y el soldadito de plomo pero en versión real. Y la realidad, ya sabemos, supera a la ficción. Y toda esta ficción tuya...insuperable.
me recuerdan a la ventana indiscreta
ResponderEliminarQ buenas, me gusta mucho más la del hombre, pero la unión entre ambas es tan intensa q no se puede tener una sin la otra.
ResponderEliminarBuenísimas
Las tardes de los domingos están hechas, en efecto, para ver a la gente corriente en su mundo.
ResponderEliminarEn la segunda imagen hay tantos aciertos que no caben aquí los elogios.
de verdad excelente... y además es la mejor definición de lo que puede ser un fin de semana.
ResponderEliminarsaludos
Una tarde de domingo yo sería capaz de pensar que las tetas de la maniquí no son naturales. Y es que un domingo por la tarde uno no está centrado en nada.
ResponderEliminarEs curiosa esta entrada de ventanas indiscretas que se asoman al exterior después que tu escudriñaste en su interior
ResponderEliminarDesde la leccion descalza mas o menos no habia podido ver tus fotos, y entre capas, curvas y colores, me encuentro con el viaje soñado, y eso Bn con un toque de color, hasta la gente corriente de carton piedra, son magnificas, sigue mirando por el objetivo y muestranoslo.
ResponderEliminarUn saludo.
Certeros instantes de ventanas indiscretas.Las tardes de Domingo están tejidas de soledades.
ResponderEliminarpre-cio-sas!!! fotografías.
ResponderEliminarbss. me gustó tu blog, nos vemos ¿si?
Si las ventanas tuviesen un contador de visitas, la del maniquí seguro que tendría una buena posición en el ranking, jajaja
ResponderEliminarSaludos.
Geniales! Ese ojo sí que vale un premio!
ResponderEliminarAlmas que se pierden en las tardes de domingo, vecinos que mantienen sus miradas hacia el mismo horizonte, desde distintas ventanas... Tan cerca, tan lejos...
ResponderEliminarPrecioso escrito para ventanas cuiosas y curioseadas...
Ella medita si lanzarse al vacío para poder tocarle en esos breves momentos de cada Domingo y poder compartir esa oscuridad semanal.
ResponderEliminarGenial entrada.
Esta forma de contar la historia e ilustrar las contra partes de los protagonistas es genial !!!
ResponderEliminarTe dejo mis saludos y un fuerte abrazo.
Con dos imágenes defines la placidez de un domingo cualquiera, bien entrada la tarde.
ResponderEliminarImagino los pasos, el temor a la lluvia repentina y el tacto de plástico al quererse acercar. Los amores imposibles existen como las imágenes sublimes.
Un fuerte abrazo Xuan.
Me quito el sombrero ante tamaña muestra de ingenio y maestría, artística y literaria. Gran post.
ResponderEliminarTe felicito por todo el conjunto en si.
ResponderEliminarPor las fotos, la composición, el tema, la historia y el sentido para enlazarlo todo.
Lo que puede uno encontrar sin querer. Historias ajenas... mundos particulares con un invitado común... tú y tu cámara.
ResponderEliminarSencillas y con una composición magnifica.
Totalmente sobrecogedora la imagen y tu relato de esos momentos solitarios de domingo, y espera pesada.
ResponderEliminarSiempre he temido a los muñecos de plástico, inexpresivos, parece que cualquier día vayan a cobrar vida, en cuanto al rostro de la tele, es igualmente anodino y triste.