Uno

Hoy hace un año plantaba yo en esta modesta parcelita una Semilla de luz (si pincháis en ella la veréis). Una primera foto aquella, no demasiado buena y de pretencioso título, pero que quería tener algo de conjuro, de buen augurio. Sin embargo, aquella especie de eco luminoso que henchía el vientre de las nubes sobre el espigón de Luanco, no era otra cosa, hoy puedo decirlo, que lo que se denomina una luz parásita, esa forma de contaminación que nace de otro temor y de otro conjuro: el que nuestros pueblos y ciudades parecen tenerle a la oscuridad. A partir de aquel embrión parasitario han ido ramificándose fotos y pensamientos diversos que se han alimentado, como no, de cada uno de vosotros, amables huéspedes. La existencia de este organismo incapaz de vivir por si solo es altamente precaria. Hay una máxima hoy convertida en eslogan que recomienda vivir cada día como si fuera el último. Para este ser, por el contrario, cada día parece y puede ser realmente el último, por lo que pone todo su empeño en vivirlo como si fuera el primero.

Como homenaje en este fecha tan especial permitidme que os envíe a cada uno de vosotros un afectuoso slaudo, sí, un slaudo, así, sin corregir, por todas las innumerables veces que a lo largo de este año he tenido que corregirlo al teclearlo. Torpe que es uno. Lo dicho, slaudos.