viernes, 29 de febrero de 2008

Capricho

Es que estos días ando de cabeza.

jueves, 28 de febrero de 2008

Migraña

Cuando uno piensa en un monasterio suele evocar un lugar de paz y recogimiento donde el tiempo fluye mansamente. En realidad, sucede precisamente lo contrario. La jornada monástica se encuentra dividida en estrictos intervalos, con plegarias específicas para cada una de las horas canónicas (maitines, hora prima, hora tertia, hora sexta, hora nona y completas). No es de extrañar por tanto que fuera precisamente en los monasterios donde aparecieron los primeros relojes mecánicos, antecesores de los relojes modernos, cuya función ya no era mostrar el paso del tiempo al estilo de los relojes de sol, arena o agua, sino señalar con precisión las horas, mediante un complejo mecanismo de ruedas dentadas, ejes, pesos y engranajes. Esto supuso un cambio radical en la forma de percibir el tiempo. La gente dejó de pensar en el tiempo como algo que fluye y empezó a percibirlo como una acumulación de momentos distintos y uniformes. Como dice Daniel J. Boorstin en “Los descubridores”, el reloj automático fue creado para un acto mecánico terminante, el golpe de un martillo en una campana. Y digo yo que tal vez por eso desde entonces sufrimos este persistente dolor de cabeza.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Angel caído

Siguiendo la teoría que defiende Patrick Harpur en “El fuego secreto de los filósofos”, el cristianismo, intolerante con la ambigüedad como toda religión monoteísta, no podía permitir que los diferentes seres sobrenaturales que en todas y cada una de las culturas paganas servían de mediadores entre los dioses y los hombres, fueran a la vez benignos y malignos. Y por eso fueron transformados y divididos en diablos y ángeles. “Sin embargo, su exclusión es ilusoria. Fieles a su naturaleza de forma cambiante, siguen apareciendo en nuestra cultura, pero de una manera tan alejada de su aspecto personificado tradicional que no resultan inmediatamente reconocibles.”

martes, 26 de febrero de 2008

Desde la óptica de Venus

Con permiso de la National Gallery y del insigne Velázquez, se expone actualmente la “Venus del espejo” en el Rastro de Gijón, junto con otras obras de diversa valía. Como todo por aquí, el cuadro está en venta pero no tiene precio fijo. La cotización del arte en esta galería es tremendamente variable y la competencia dura porque en esta sección del mercado donde se exponen objetos en desuso todo es ya, y para siempre, puro arte. No es fácil destacar frente a la noble herrumbre de los cachivaches, la nostalgia de los juguetes que fueron nuestros o el misterio que recubre los baúles viajeros. Todos ellos se encuentran a gusto en esta vida de saldo, en este almacén de las oportunidades que son las suyas, las de los objetos, antes que las nuestras, ingenuos compradores de pasado. Pero Venus se mira y no se reconoce. Su piel es más blanquecina cada día y esto acrecienta si cabe su coquetería, pero también el brillo de su mirada palidece a ojos vista. En el final de su vida Venus ve disolverse su imagen en el espejo mágico del tiempo y vuelve a convertirse en puro objeto sin imagen. Y así la diosa muere lentamente a manos de la misma luz que le dio la vida. Aunque en realidad, y según las leyes de la óptica, es al espectador a quien Venus está mirando en el espejo, y su disolución por tanto es también la nuestra. Tomemos entonces la roja manzana que la niña sin nombre nos ofrece y dejemos que el cuento se complete.

lunes, 25 de febrero de 2008

Telar

Lo que más atrae del mercadillo, lo que más arrastra del rastro, no es el afán consumista ni tampoco la necesidad del intercambio: es el más puro instinto recolector que ante tanta abundancia al alcance de la mano, ante tamaña floración de nuestro pequeño universo, escruta con la vista, revuelve, pregunta, regatea, sin más objeto que sentir de cerca la satisfacción de la abundancia, después de doscientos mil años de supervivencia.

domingo, 24 de febrero de 2008

El mi sobrinín

No es solo que a los 40 empieces a ver cómo tus padres se desmoronan y tus hijos se construyen, sino que sobre todo se trata de que tales acontecimientos se producen al margen de tí y aun así te sientes responsable de ambos. Y encima sin haber estudiado arquitectura.

sábado, 23 de febrero de 2008

viernes, 22 de febrero de 2008

Cuestión de sexo

El mar, paisaje abstracto en dos dimensiones, ser masculino, racional, matemático, se transmuta en ser femenino por obra de la cohabitación con el ser humano: el mar - el amar - la mar. Es entonces la mar y solo la mar para los que viven de ella o junto a ella, ser caprichoso cuyos signos únicamente los iniciados saben descifrar, mujer generosa solo con el generoso y el valiente, fuerza que acoge y que destruye con la misma pasión. Cosa viva, naturaleza sobrenatural.

jueves, 21 de febrero de 2008

Contemplativa

¿Por qué esta insistencia en fotografiar el mar?
El mar es lo abstracto, lo informe, apenas el soporte de un color, lo ilimitado.
Aunque también por eso mismo el mar es la potencia, la posibilidad de lo latente, la amenaza.
En cualquier caso el mar oculta algo que no sabemos en que consiste y tal vez nos atrae precisamente porque es promesa sin objeto, recipiente de nuestro deseo.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Cinefilia

Como cada mañana monto al amanecer en la película dentada, cuyo engranaje suena con el sordo traqueteo de un antiguo proyector. En ella soy el extra inmóvil que abre un libro y ante el cual se despliega otra película que, si es buena, disolverá el paso de las páginas.
A las tres de la tarde se coloca la segunda bobina y pese al fin de la huelga de guionistas, la historia parece repetirse. Los extras, eso sí, aparecen ahora un tanto demacrados pues no han comido todavía.
Cuando al fin llega la noche, la pantalla se ilumina y me monto mi película.

martes, 19 de febrero de 2008

Beso certificado

Echando un vistazo a las fotos de los últimos días descubro que ésta la tomé, como no, el pasado 14 de febrero. Dicen que el enamoramiento es un estado emocional tan intenso y absorbente que lo ocupa todo y lo trastoca, un estado autosuficiente. Sin embargo, no parece que baste con sentirse enamorado porque ¿cómo estar seguro de que lo que se siente es lo correcto? Para entregarse al sentimiento sin reparos es preciso confrontarlo con lo que sobre el asunto hemos aprendido previamente. Para ello consultamos las fuentes del cine, la literatura o la publicidad, todas esas formas de la ficción encargadas de dar forma a lo que no la tiene. Solo al comprobar que la imagen de nuestro beso se superpone a las otras imágenes que hemos visto hasta el hartazgo podemos respirar tranquilos y solo en ese momento podemos decir que nuestro deseo se ha visto cumplido. Y esto vale igual para un viaje que para un cumpleaños, para un paisaje que para un retrato. Aunque tal vez al cabo de los años la foto que nos hará llorar, o reír, será aquella que hicimos por error mientras preparábamos la cámara, mal encuadrada, mal enfocada y con el personal mirando hacia otro lado. Eso, claro está, si es que no la hemos borrado.

lunes, 18 de febrero de 2008

Cuerpo a cuerpo

De repente un destello esmeralda tras la jungla de cortinas. Un segundo después los dos parapetados tras los cristales respectivos, solo atravesados por el hilo que ata nuestras pupilas acechantes en su desplazamiento. Los dos hemos aprendido a manejar la tecnología. El vidrio ha multiplicado nuestra menguada valentía: un vaso ahormado al hueco de la mano, una pantalla conectada a la distancia, una simple ventana. Todo sirve para acortar la intimidad hasta esos escasos diez centímetros, casi obscenos, donde se despliega nuestra mutua curiosidad animal. Una idéntica ignorancia es el eslabón perdido que nos une. No sin esfuerzo me desplazo ligeramente hacia la izquierda. Descubro entonces el espectro de mis manos entorno al cuello del felino, y sin dudarlo aprieto: el botón disparador cede en silencio. Me separo un tanto de la ventana y compruebo en la pantalla de mi cámara que el resultado es el esperado: tras este cristal permanece el gato aferrado a su gesto; tras el otro, caen ahora las cortinas sin fisuras. Ha sido una captura limpia, sin daños aparentes. Apenas un rasguño, un leve resquemor en mi garganta.

domingo, 17 de febrero de 2008

Transporte urbano

Cambian los tiempos y cambian los medios de transporte, aunque todavía siguen conviviendo los antiguos con los nuevos. Lo que no cambia es la necesidad de encontrar la ola perfecta, el desnivel ajustado al desarrollo de las piernas, o el simple rincón soleado en la hora tibia de un mediodía de febrero.

viernes, 15 de febrero de 2008

Travesuras (II)

En Avilés ha surgido por iniciativa de una asociación vecinal una propuesta que no deja de ser interesante: reclaman al ayuntamiento que se cierren a la circulación algunas calles del barrio durante los fines de semana para que los niños puedan jugar en ellas libremente. Nada más saludable para los críos, dicen, que recuperar la queda, el cascayo, el escondite o los juegos de pelota que han desaparecido engullidos por tanta consola y tanto ejercicio de pulgares. Por lo visto un proyecto similar ha sido puesto en marcha nada menos que en París, lo que siempre es garantía de vanguardia y modernidad. Naturalmente al principio habría que asignar algunos monitores para tales actividades porque por desgracia los niños de hoy en día ya no saben jugar. Lo que no dicen los autores de la iniciativa es qué opinan sobre el asunto los protagonistas, pero como estos son menores supongo que habrán juzgado innecesaria tal encuesta.

Bienvenido sea cada centímetro de calle que se logre rescatar para el ciudadano de a pie, aunque no estoy seguro de que tan noble causa nos legitime para tomar a los niños por rehenes. Porque vamos a ver, si de verdad queremos recuperar la memoria de la infancia (que es de lo que en el fondo se trata) no la falseemos más de lo imprescindible: lo mejor de jugar en la calle, el verdadero motivo que hacía atractivo el callejeo y casi necesario, era precisamente que podíamos evadirnos de la mirada vigilante de los mayores, aunque fuera solo por un momento y aunque luego hubiera que inventar alguna que otra mentira. De lo contrario la calle no sería más que la prolongación del patio del colegio.

No creo que hoy los niños necesiten ni más monitores ni más alternativas a los videojuegos. Lo que necesitan es un poquito más de aburrimiento al que vencer y alguien que les marque dónde acaba el tiempo para vencer el aburrimiento. Por nuestra parte los papás cuarentones tenemos todo el derecho del mundo a idealizar nuestra infancia como nos venga en gana, pero no a compadecer a nuestros hijos por habérsela perdido. Hay que dejar que de vez en cuando nos borren la pizarra.

Pese a todo, ojalá la iniciativa tenga éxito. Yo soy un privilegiado que tengo delante de mi casa una plaza fantástica donde los guajes corretean a su aire, (aunque sea en libertad vigilada) y da gusto verlos. Aunque hay media docena de carteles que prohíben jugar a la pelota porque por lo visto los niños molestan, arman mucho escándalo y no dejan dormir la siesta.

jueves, 14 de febrero de 2008

miércoles, 13 de febrero de 2008

Encargados de amanecer el día

Cuenta Ryszard Kapuscinski en "Ébano" cómo el europeo y el africano tienen una percepción del tiempo completamente diferente. Para el europeo el tiempo funciona independientemente del hombre, con una existencia objetiva y fuera de nosotros que, por cierto, termina aniquilándonos. Para el africano en cambio la existencia del tiempo se manifiesta a través de los acontecimientos, y en la medida en que dependa del hombre que tales acontecimientos se produzcan o no, el tiempo será una realidad pasiva, abierta, elástica y que requiere de nuestra energía para existir. "Traducido a la práctica, eso significa que si vamos a una aldea donde por la tarde debía celebrarse una reunión y allí no hay nadie, no tiene sentido la pregunta: "¿Cuándo se celebrará la reunión? La respuesta se conoce de antemano: "Cuando acuda la gente". Y de la misma manera, a la pregunta de ¿cuándo arrancará el autobús? el conductor contestará asombrado: "Cuando se reúna tanta gente que lo llene del todo".

Adoptar esta manera de percibir el sentido del tiempo me parece en principio una gran liberación: desquitarse de la tiranía de los relojes, y sobre todo de los despertadores, poder llegar tarde a cualquier cita, convertir al fin el tiempo en calderilla. Pero ojo, toda liberación tiene sus contrapartidas. Es cierto que por una parte se producirían grandes excedentes de tiempo que podríamos emplear en profundas meditaciones de las que indudablemente surgiría un mundo mejor. Pero por otra parte, que el tiempo dependa de nuestra voluntad y de su puesta en acción significa que nada podrá planificarse de antemano, que deberemos vivir asentados en la provisionalidad, como hacen la mayoría de los africanos cada día, y no precisamente por voluntad propia. No podremos disponer de un tiempo propio porque deberemos estar permanentemente disponibles para cuando la confluencia de voluntades haga surgir el acontecimiento. Casi sin darnos cuenta esa libertad total se habrá convertido en responsabilidad absoluta puesto que de ti depende que todo tenga lugar.

No parece esta una mala disposición de ánimo en estos tiempos de general irresponsabilidad, aunque tal vez se resintiera nuestra salud, tan acomodada a las prescripciones facultativas. No sé si en África la gente se levanta al amanecer o amanece cuando la gente se levanta. Pero, francamente, si yo supiera que la salida del sol depende del capricho de mi pereza no podría pegar ojo en toda la noche. A1 final va a resultar que con esa máxima del no por mucho madrugar amanece más temprano se salvaguardan los beneficios del esclavo occidental: saber que si tú no te levantas otro lo hará por ti (aunque esta afirmación no la entienda la mente obtusa de tu jefe) da una gran tranquilidad de espíritu. En el fondo el contrato social que nos sustenta es también y ante todo un contrato temporal en sus diversas acepciones. En fin, que lo malo no es que nos despierte el despertador. Lo malo es que a estas alturas de la civilización al despertador ni siquiera hace falta darle cuerda.

martes, 12 de febrero de 2008

lunes, 11 de febrero de 2008

Santa Bárbara

Ayer por primera vez bajé a la mina. No al pozo ni a la galería, claro. Quiero decir que al fin me bajé del coche y caminé entre los restos de los castilletes, me asomé a la bocamina cegada, pisé el barro negro de los caminos y respiré el aliento cálido de las escombreras. Ya iba siendo hora para un asturiano. Mis paisajes han basculado siempre entre las chimeneas siderúrgicas que me criaron, la montaña de las pacientes vacas a las que tengo por ancestros y el mar con lanchas amarradas que decoraban los domingos de mi infancia. La cuenca era un paisaje que se atravesaba sin bajar las ventanillas y mirando de reojo antes de atravesar la cordillera. Y los mineros unos tipos hoscos y malhablados a los que se pagaba un dineral por jugarse la vida cada día, más que por extraer carbón, negocio este ruinoso desde que yo tengo recuerdo. Pero ahora algunos valles (casi todos) como el de Turón, se han convertido en magníficos museos del abandono gracias a los fondos europeos. A lo largo del camino, donde aún pueden palpar los pies las cicatrices ferroviarias, se suceden emotivos monumentos a los caídos por la mina y a los caídos a manos de la patria. Pero en cambio, del mítico pozo Santa Bárbara quedan tan solo restos repartidos entre canciones de chigre en tardías madrugadas y maquinaria pesada casi a la intemperie, tras vallas oxidadas y candados de juguete. Ni siquiera se guardan las apariencias de propiedad, tal vez porque la mina fue siempre de todos y de nadie. En fin, aunque solo sea por decoro alguien debería enterrar los dinosaurios. Mientras tanto, si se aguza el oído uno puede escuchar todavía el chirrido de las jaulas e imaginar que ayer bajamos a la mina.

domingo, 10 de febrero de 2008

Grafología vegetal

Si hay algo que no nos abandona es esa necesidad ancestral de marcar el territorio ya sea con grafitis o fronteras, de dejar algo nuestro allá donde vamos, solo comparable a la necesidad no menos antigua de explotar el territorio, de llevarnos algo de allá por donde pasamos, aunque no sea más que una inútil fotografía, de alterar y de alterarnos, de que no todo haya sido en vano, sin querer ser conscientes de que antes de que el trazo se culmine, antes de que el obturador haya terminado el parpadeo, ya la zarza ha alargado en un milímetro más su brazo inquebrantable.

sábado, 9 de febrero de 2008

Autografía

Oye, que no parezca que le tengo manía a los 40. Porque gracias a los 40 disfruto de los modestos tesoros de mi cueva como un ingenuo Alí Babá en un Bagdad anterior a las bárbaras invasiones.

viernes, 8 de febrero de 2008

Volviendo la vista al futuro

Al menos a los 40 puedo decir que el futuro ya no es ese lugar soleado donde solo se divierten los mayores.

jueves, 7 de febrero de 2008

Puertas al mar

Vuelvo a este rincón de Luanco una y otra vez, y una y otra vez me llevo casi la misma foto. Tal vez sea porque en ese cajón cerrado ante el mar abierto se oculta un enigma que aún no he logrado descifrar. Tal vez porque en el fondo todos guardamos un íntimo afán de abrir puertas, soltar amarras y hacernos a la mar.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Breve paréntesis en Carnaval

Como si ayer en la plaza de La Baragaña de Candás hubiera poco ruido, yo me he permitido añadirle un poco más a la foto (eso que antes en fotografía se llamaba grano, y ahora ya no). La lona que hay detrás me transportó a tiempos de carromatos y no pude evitar darle un pequeño toque retro. Ustedes disculpen.

martes, 5 de febrero de 2008

El villano y la damisela

Nadie como los niños para jugar a ser adultos. No me gusta usar el flash, pero hay momentos que hay que congelar aunque para ello haya que utilizar el fogonazo.

lunes, 4 de febrero de 2008

Puente San Sebastián

Ya desde hace algunos años es moda entre los escultores cubrir de óxido sus creaciones de metal. Supongo que el artista no puede esperar ni permitir que el transcurso del tiempo imponga su pátina en la obra que solo a él le pertenece. Supongo también que su máxima aspiración es hacer de la vejez una cuestión de voluntad y de paso adornarse con el prestigio de lo antiguo. En contrapartida los restos del pasado son restaurados en technicolor. Así le ha sucedido al puente de San Sebastián que llevaba forjando lentamente su óxido sobre la ría de Avilés desde finales del siglo XIX. Yo recuerdo su rojizo mate cuando ya sendas cadenas colgando de sus extremos garantizaban el libre y exclusivo tránsito a las ratas. Exterminados los roedores (en realidad, temporalmente expulsados) hoy sirve de carta de colores a fotógrafos daltónicos que comprueban aquí la reproducción de la gama tonal de sus sensores. Yo por mi parte tengo ahora sentimientos encontrados. Por un lado reconozco que pintar de colores el pasado no es tan grave: al fin y al cabo es lo que hace de ordinario la memoria. Pero por otro, uno quisiera que se respetara el ferruño al menos mientras dure la vida del artista, ese mentiroso que reescribe cada día la ficción de los recuerdos.

viernes, 1 de febrero de 2008

La oveja contestataria

Y aprovechando que estamos en campaña electoral, diré que uno reconoce que ha caído en el resbaladizo pozo de los 40 tacos en el preciso momento en que descubre que ha dejado de creer en todas las promesas para empezar a creer en algunas amenazas. Como consecuencia inmediata resulta que uno ya no vota a favor de sino que vota en contra de, y la diferencia viene a ser la misma que hay entre hacerse una casa de madera y levantar un muro de ladrillo.

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