Como cada mañana monto al amanecer en la película dentada, cuyo engranaje suena con el sordo traqueteo de un antiguo proyector. En ella soy el extra inmóvil que abre un libro y ante el cual se despliega otra película que, si es buena, disolverá el paso de las páginas.
A las tres de la tarde se coloca la segunda bobina y pese al fin de la huelga de guionistas, la historia parece repetirse. Los extras, eso sí, aparecen ahora un tanto demacrados pues no han comido todavía.
Cuando al fin llega la noche, la pantalla se ilumina y me monto mi película.
A las tres de la tarde se coloca la segunda bobina y pese al fin de la huelga de guionistas, la historia parece repetirse. Los extras, eso sí, aparecen ahora un tanto demacrados pues no han comido todavía.
Cuando al fin llega la noche, la pantalla se ilumina y me monto mi película.
La vida está llena de secuencias, plagada de momentos que contarnos al final de cada día.
ResponderEliminarLa foto, magnífica y sugerente.
me gusta la foto y la rutina diaria contada de esa forma se convierte en algo más singular...
ResponderEliminarcreo que deberías borrar el comentario de kigagore huele a virus: son una plaga...
Uma foto muito interessante que demonstra bem a rotina e o quatidiano diário.
ResponderEliminarGostei, parabéns.
Abraço.
Magnífico texto y foto.
ResponderEliminarLa película de cada día y la sala de montaje del sueño REPARADOR.
Me encanta la foto y me encanta el comentario...pero es muy muy muy triste. El tren de la tristeza.
ResponderEliminarMaravilloso. Breve, pero intenso; como a mí me gusta. Me chifla que hayas introducido un sentimiento tan primario como el hambre, amortiguando el insoportable peso de la rutina; siendo el comer la rutina misma.
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